Sterrendei, Halimath 9, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.
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- ¿Viste el duende, o no?
- ¿Qué duende?
- El de ahí, ¡mira, mira, allí está!
- ¿Dónde?
- Ahhh, ¿serás ciego?
...
- No, no creo porque hasta los ciegos ven mejor que tú.
...
- Y sienten mejor que tú, escuchan mejor que tú, huelen, tocan, viven...
- ¿Eso que tiene que ver?
- Que yo digo "¿vieron el duende?" y ellos me escuchan perfectamente.
- Yo también te escuché perfectamente.
- No, porque si no, habrías visto el duende. Si escuchas, bien puedes ver.
...
- ¿Viste el duende?
- No...
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Era tan diminuto, de movimientos graciosos, una vibrante alegría en los ojos y las facciones del rostro cinceladas con una expresión de picardía inigualable. Movía sus manitas de seis dedos tratando de llamar mi atención, y se balanceaba vertiginosamente en uno de los pétalos de la flor. Quería caerse y rebotar en el suelo, pero no lo consiguió. Bueno, esa impresión me dio, porque, ¿quién sabe que intenciones tiene un ser como él, una semillita cósmica, una simple partícula de polen?
Ese día me fui con el duende en el bolsillo, y por pura chiripa no lancé los pantalones a la lavadora. Logré pillarlo cuando salió sigilosamente e intentó chapotear en el pocillo de leche de mis gatos. Para que no lo encontrara se escondió en el pelaje de uno de ellos, pero luego se cansó y comenzó a bajar por sus bigotes. ¡Pobrecillos! O pobrecillo él, porque a veces los papeles se invierten y puede terminar como juguete gatuno. Terminarás como el ratón chamán, le advierto, pero no me oye, ni siquiera me pregunta quién diablos es ese ratón, que murió bajo las zarpas sin compasión de mis animalejos. Ay, si supiera que aquí en esta casa todo es una constante travesura, todo se pierde y se transforma; las lechugas se añejan demasiado pronto, las manzanas se pudren al tercer día, los cachureos se bambolean inseguros allá arriba, en la buhardilla, pero la semillita cósmica se pasea tranquila, flota y chasquea sus dedos embrujados para que se prenda la estufa, se asusten los gatos o el agua de la llave comience a correr. De repente sigo sus consejos, y me vuelvo yo también traviesa. Menos mal que no te vieron duende, menos mal. Pero me vieron a mí, y me dicen loca en tu nombre.
(conste, duende, que no te estoy culpando de nada. Eres tan buena influencia como la pelusa del plátano oriental).
Escucha, semilla, brote de locura:
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