El viejo sendero .

Highdei, Wedmain 8, año 7470 según el Cómputo de la Comarca.


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La luz del sol comenzaba a declinar, y ella desmontó de su caballo, al encontrar un lugar ideal para realizar los rituales de la noche. Se acercó a uno de los imponentes robles de aquel bosque, y se sentó junto al envejecido tronco, en cuclillas.
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Lo primero que debía hacer era despejar su mente, mientras el cielo se oscurecía cada vez más. Cerró sus ojos por un breve momento, respirando hondo, y al abrirlos, descubrió que su estrella ya había salido. Dejó que la capucha que le cubría el rostro cayera sobre sus hombros, y se levantó, canturreando una canción en voz baja. Recorrió el pequeño claro de los robles mientras pronunciaba extrañas palabras que no podían ser oídas por ningún motivo. Sí alguien la escuchase… pero eso no ocurriría. Sabía que no había nadie en ese bosque, porque los mismos árboles lo decían. Hace mucho tiempo que nadie recorría ese viejo camino, y por eso mismo, ella había decidido transitar por allí. Su viaje era un secreto, salvo para aquellos que la habían enviado, desde tierras lejanas y desconocidas.
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Su ritual vespertino era muy sencillo, en realidad. La luna y sus doncellas aparecían en el firmamento, y había que darles la bienvenida. Cuando la primera estrella, su estrella, desapareció, sacó algunas frutas de sus alforjas, y las comió tranquilamente, en la oscuridad. Se quedó mirando un momento el cielo con una sonrisa, y volvió a levantarse. Debía proseguir su camino. Cubrió su cabeza con su gran capucha, y montó sobre su corcel, ya satisfecho de la hierba que había comido. Al amanecer arribaría a su destino, y eso la animaba cada vez más. Dormía muy poco, pero hace días que no había pegado un ojo. Su caballo trotaba calmadamente, esquivando todos los árboles y matorrales a su paso. Era tan antiguo ese sendero, que se había diseminado con el tiempo, pero ella sabía como descubrir señales provenientes de épocas pasadas. Trató de divisar algo a lo lejos, pero sólo se veían ramas, y las estrellas por encima de su cabeza. Los muros de la oscura ciudadela a la que se dirigía estaban luego de ese bosque, y debía descubrir como colarse por ellos. No sería una tarea fácil, pero eso lo tenía en cuenta desde su partida. Pensar en que no le costaría sería subestimar la misión…
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Susurró algo al oído de su caballo, y éste avanzó un poco más rápido, pero con la misma suavidad. Pronto ambos, caballo y su dueña, desaparecieron entre los árboles y la niebla. Una niebla que ella no había percibido...