Meresdei, Solmoth 27, año 7472 según el Cómputo de la Comarca.
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Me regaló una flor con una sonrisa tímida y los ojos ardientes, y luego arrancó, avergonzado de semejante atrevimiento, entre la muchedumbre de gente y perros vagabundos. Yo lo seguí, con la mirada prendida en su figura y aquel oscuro abrigo, que ondeaba a sus pies y le daba esa apariencia de árbol fuerte, pero triste. No hice nada más, ¿acaso debía correr tras él? Me pareció una idea tentadora, pero algo inapropiada para una muchacha de mi edad. También era inapropiado el hecho de conservar su imagen en mi memoria, o el simple sonrojo que hacía que mis mejillas ardieran como nunca antes; pero qué importaba, todas esas cosas son las que constituyen el sagrado baúl de los secretos de una mujer, y yo estaba decidida a poblarlo de esas nuevas sensaciones. Lo volvería a ver, y cuando eso ocurriese, yo miraría al cielo con una gran sonrisa, y extendería mis brazos para recibir al mundo en mi regazo. Solté una carcajada ante tal pensamiento, y continué mi camino en la dirección contraria.
Desde el otro lado de la ciudad, a partir de ese día y para siempre, él estuvo pensando en ella. Más bien, imaginándola en todos los aspectos de la vida. Percibiendo su aroma de flores silvestres, perdiéndose en sus grandes ojos poblados de luz, tanteando la suavidad de su piel (que logró adivinar a pesar de no haberla tocado nunca), atrayendo el aire que la rodeaba para respirarlo cuantas veces pudiera.. .
- Espera.
- ¿Qué?
- Eso no ocurre en la realidad.
- Lo sé, pero es válido soñar, ¿no?
- Supongo..