Arlecchidanza .

Meresdei, Rethe 13, año 7470 según el Cómputo de la Comarca.

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Invocación:
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Sopla fuego sobre la burbuja, y la encierra en una de sus manos. No se quema, porque el coraje salva a los sinceros. La hace girar, rebotar, flotar. El fuego transforma. Pronto la deja libre, y la burbuja avanza cual relámpago por las calles y parques, buscando lo que la llama azul le pide que encuentre. La llama azul, la llama interna, la luz fría de la niña. Mientras, sigue soplando fuego sobre otras burbujas, y enviándolas al mundo, para que éste las guíe a destino. Son once de día, y once de noche. Once esperanzas diurnas y once nocturnas. Nadie sabe a dónde van, nadie sabe quien las recibe. Ni siquiera la creadora, porque su ignorancia ilumina las sorpresas y las hace permanecer en su estado original. Once burbujas diurnas para infundir vida, once burbujas nocturnas para realizar sueños considerados imposibles. Vuelan, y no se revientan, porque brotan del aliento azucarado de la niña.
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Atracción:

Chispas vienen, chispas van. Eterno vaivén, el Secreto ve cumplidas todas sus reglas y obedece al deseo profundo, al instinto primitivo. La Creadora observa, ansiosa, y las burbujas diurnas se aceleran, reconocen sus chispas azarosas, y resplandecen. Los árboles son flechas, el sol juega al ajedrez con una nube solitaria, y las burbujas corretean a las bestias sin mucho éxito. Hace falta lo esencial. Cae la noche, y los ojos infantiles aún otean en el vacío. Más chispas, más universo, y ella duerme, mientras su esperanza nocturna se derrama sobre su pecho, como si fuese la reina Mab asistiendo los sueños románticos de una doncella ansiosa.
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Fusión:

La llama azul pende de una telaraña, sobre la hoguera, dispuesta a incinerarse en nombre de la naturaleza. La niña sopla y deja de soplar continuamente, baila en torno al fuego, saluda a lo desconocido y piensa en las almas burbujeantes y en sus lunas nuevas. Once almas más vivas, once almas más fantásticas. Almas destinadas a otras almas. La llama azul se lanza a su fogata, muere, se apaga, ella danza, y aquella que duerme sueña con un desierto florido... y el viento. La creadora ríe, estira sus brazos hacia el cielo, y se deja quemar para revivir al minuto siguiente, cuando la llama y ella sean un solo ser otra vez y les sea posible rescatar más anhelos al borde de la inanición. Se quema, se transfigura, ya no es niña, es magia y vuelve a soplar para crear vida.