Trewesdei, Rethe 29, año 7473 según el Cómputo de la Comarca.
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Un vertedero de basura perdido en la ciudad de Santiago. Son las siete de la tarde de un día martes, y es invierno. Ella recorre el lugar, sin apuro alguno. De vez en cuando se detiene y escarba entre la basura, buscando algún objeto precioso y olvidado, pero casi siempre vuelve a caminar con las manos vacías y mordiéndose los labios a causa de la decepción. Luego de un par de horas, se sienta cerca de un contenedor repleto de comida podrida y hojas grises y revueltas. Voltea su rostro sucio hacia el pequeño camino que se dibuja entre las montañas de desperdicio, y espera. El camión de la basura no tarda en aparecer en el horizonte. Ella se mueve, nerviosa, pero se mantiene en la espera.
Ella (con voz de autómata): Dicen que soy estúpida… bah, qué cosas dice la gente. Si tan sólo supieran… si tan sólo se dieran cuenta, no lanzarían tantas cosas importantes al tacho de la basura. Pero lo hacen. Sí, lo hacen constantemente. El otro día encontré un libro sin tapas, no sé como se llama, pero me gustó leerlo y ahora es mi libro favorito. Y ayer recogí este chaleco. Está un poco sucio y con unos cuantos hoyos, pero en esta época y con este frío, algo así es un lujo. ¿Cómo no lo entienden? He encontrado vidas completas entre tanta porquería… Me imagino a esos pobres seres, vagando sin su preciada vida a cuestas, vacíos, sin nada por lo qué sentir nostalgia. Alguien como yo. Sí, alguien como yo, pero la diferencia está en que yo busco. Yo busco donde no me corresponde, pero busco, y no paro de buscar. Dicen que soy estúpida… a lo mejor tienen razón.
El camión de la basura se ha detenido frente a Ella, quien sigue murmurando incansablemente. Se abre la puerta del conductor, y se baja La Otra, una muchacha hermosa y de presencia imponente. Usa un vestido floreado y parece no tener frío. Mientras descarga las bolsas negras repletas de nuevos desperdicios, sonríe y tararea una canción. Ella (la Pajarera) deja de hablar por un momento, y observa a La Otra con anhelo.
Ella (con voz tímida): Dicen que soy estúpida…
La Otra (soltando una carcajada y fijándose en Ella): ¡Por supuesto que lo eres! Por eso te traigo todos estos regalos, ¿te gustan?
Ella: Sí, mucho…
La Otra: Pajarera, pájaro sin alas, el invierno te está haciendo pedazos. Pero aquí está tu hada madrina que te obsequia los tesoros abandonados de la humanidad. ¡Qué bello mundo es el que has construido! Tu propio árbol, tu propio universo. ¿Te gusta?
Ella: Sí, mucho…
La Otra: Creo que en esta bolsa hay un espejo roto. ¡Podrás afilar muchos cuchillos para cazar ratones! Tú adoras los ratones… Ah! Y podrás combinarlos con lo que encuentres por allí, hay un par de vegetales en otra bolsa, aún no pierden el sabor… (termina de descargar basura y suspira) ¡Creo que eso es todo! ¿Estarás bien hasta que vuelva?
Ella: Sí, mucho…
La Otra: ¡Cuida el árbol, Pajarera! Desde aquí el cielo es tan hermoso… (se despide con un gesto de mano, sube al camión y lo echa a andar, perdiéndose en la lejanía)
Ella (luego de un largo silencio, ahora con la voz cargada de amargura): ¡Dicen que soy estúpida! Tantas cosas que dicen, y tantas cosas que callo. Sí, es mi castigo por callar. Moriré enterrada viva, bajo todos estos recuerdos que no me pertenecen. ¡Ah, tienen tanta razón! (se levanta y comienza de nuevo su rutina de escarbar, de buscar donde no corresponde.)