Sunnendei, Solmoth 9, año 7471 según el Cómputo de la Comarca .
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¿Dónde está el hombre del Lago, el que prefirió unirse al sol antes que buscar por ti en las sombras? Su alma ha abandonado Avalon antes que su cuerpo, y en cambio la mía, ha escogido este sitio como su morada. Nos hemos perdido el uno al otro.
Lo único que sentí fue aquella luz en lo más profundo de mis ojos, y esa extraña tibieza, colándose por los dedos de mis manos. Traté de aferrarme a ella, pero algo parecido a la incertidumbre venía con el amanecer, y yo... no conseguí comprenderlo. Cuando el aire se llenó de campanas y voces (infinitas voces), me callé y no miré más. Era demasiado doloroso.
Pasé de ser corpórea a convertirme en éter. Pero el éter es simple, y por eso, caí estrepitosamente frente a mi abandonado cuerpo. Seguía siendo doloroso. Pensaba en mis manos, tocadas apenas por esa extraña fuerza, temerosa, tan llena de insensatez. Quería cortarlas, o lavarlas desesperadamente como Lady Macbeth, aunque sin tanta sangre y culpabilidad de por medio.
Locura, sí. Mucha. Me imaginaba otra vez llena de luz, y esa ceguera incontrolable.. . Eso, y las visitas en lo alto del montículo , donde solíamos elevar los fuegos de la tierra y hacer caer la lluvia de los árboles. Él no sabía nada de nuestros secretos, o aparentaba no saberlo. Por su curiosidad, y por sus tan grandiosas ansias de ser digno de un destino mejor, le mostré aquello que nos separó para siempre. Él fue tras Guinivere, y yo me quedé justo allí, contemplando sus fatales caídas.