Monendei, Solmoth 4, año 7471 según el Cómputo de la Comarca .
.
Y nuestros días son palabras pronunciadas por otros,
palabras que esconden palabras más grandes.
Por eso te digo tras las pálidas máscaras de estas palabras
y antes de callar para mostrar mi verdadero rostro:
«Toma mi mano. Piensa que estamos entre la multitud aturdida y satisfecha
ante las puertas infernales,
y que ante esas puertas, por un momento, llenos de compasión,
aprisionamos amor en nuestras manos
y tal vez nos será dispensado
conservar el recuerdo de una sola palabra amada
y el recuerdo de ese gesto
lo único nuestro».
No sé que me creo.
Quizás si sea la mosca de zancas largas, tres partes niña y la otra perdida en Venus, a la que nunca sacan a bailar; efectivamente el ave de rapiña, o peor aún, la hiena de risa horrenda y estrepitosa, que se carcajea feliz ante la carroña que ve llover y no merece.
No sé que me creo, tal vez después de tanta tentativa al fin y ¡por fin! terminaré siendo yo, y por eso, tengo la total libertad de decir que, siendo todas y ninguna (la maldita loca de patio, la banshee diabólica de largos dientes como cuchillas, y la muñeca sin cabeza) pienso y creo ferviente y constantemente en aquellas palabras mágicas, en lo que convierte en sinónimos todas nuestras vidas, en lo que me tiene aturdida a más no poder, en lo que siente un hobbit al fumar hierba para pipa con sus amigos y cantar las canciones más alegres de la Comarca en El Dragón Verde (no importa lo que el tío Ham diga , los árboles si caminan), en lo que sintió Beren cuando la vio envuelta en la luz del ocaso y en lo que fue capaz de hacer por no dejar que la noche cayera sobre sus hombros. Puede que mis palabras sean en vano, si es así, no se esfuercen en comprenderlas. Nadie está obligado a creer en esto, pero conste, sólo les digo que .. . nadie, pero nadie, puede (y es capaz) de negarse a sí mismo. Como Julieta, pueden renegar de su padre y de su nombre, incluso de Romeo unos años más tarde (como supongo yo que hubiese sucedido), pero negar que nuestra cabeza está conectada con el cielo y que nuestros pies son las raíces que nos unen a la tierra, es una barbaridad. ¿Me creo entonces un árbol, o una montaña? Sería mejor creerme una de esas mujeres que esperan eternamente en la estación de tren, o un cuento de Cortázar (el capítulo 7 lo compartimos todos). Y sí, soy totalmente libre para hacer, deshacer y volver a hacer. Por eso confío.. .
*
Quizás si sea la mosca de zancas largas, tres partes niña y la otra perdida en Venus, a la que nunca sacan a bailar; efectivamente el ave de rapiña, o peor aún, la hiena de risa horrenda y estrepitosa, que se carcajea feliz ante la carroña que ve llover y no merece.
No sé que me creo, tal vez después de tanta tentativa al fin y ¡por fin! terminaré siendo yo, y por eso, tengo la total libertad de decir que, siendo todas y ninguna (la maldita loca de patio, la banshee diabólica de largos dientes como cuchillas, y la muñeca sin cabeza) pienso y creo ferviente y constantemente en aquellas palabras mágicas, en lo que convierte en sinónimos todas nuestras vidas, en lo que me tiene aturdida a más no poder, en lo que siente un hobbit al fumar hierba para pipa con sus amigos y cantar las canciones más alegres de la Comarca en El Dragón Verde (no importa lo que el tío Ham diga , los árboles si caminan), en lo que sintió Beren cuando la vio envuelta en la luz del ocaso y en lo que fue capaz de hacer por no dejar que la noche cayera sobre sus hombros. Puede que mis palabras sean en vano, si es así, no se esfuercen en comprenderlas. Nadie está obligado a creer en esto, pero conste, sólo les digo que .. . nadie, pero nadie, puede (y es capaz) de negarse a sí mismo. Como Julieta, pueden renegar de su padre y de su nombre, incluso de Romeo unos años más tarde (como supongo yo que hubiese sucedido), pero negar que nuestra cabeza está conectada con el cielo y que nuestros pies son las raíces que nos unen a la tierra, es una barbaridad. ¿Me creo entonces un árbol, o una montaña? Sería mejor creerme una de esas mujeres que esperan eternamente en la estación de tren, o un cuento de Cortázar (el capítulo 7 lo compartimos todos). Y sí, soy totalmente libre para hacer, deshacer y volver a hacer. Por eso confío.. .
*

2 comentarios:
Yo tampoco comprendo...
Publicar un comentario