Níniel .

Highdei, Postyule 5, año 7470 según el Cómputo de la Comarca.

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Podría decirse que su pasatiempo favorito era llorar, pero esto era decir mucho y a la vez, nada. Era de esos seres etéreos y de alma pálida, que se acurrucaban a la luz de la luna sin nada más que hacer que soñar y deshacerse en suspiros. En algunos casos dejaba que su vieja arpa se lamentara por ella en los desvelos, otras veces simplemente la apoyaba en el marco de la ventana, y se echaba a llorar por todas las desgracias de su vida (las reales y las supuestas). Y así se le iban las noches, en inquietudes estremecedoras, en lunas borrosas, en brisas que no refrescaban su rostro. Todo eso lo recordaba por sus lágrimas guardadas. Sí, porque coleccionaba lágrimas en frasquitos de cristal, y los etiquetaba a cada uno, poniendo la fecha y la causa amarga del llanto. Con ello volaba su Imaginación, y volaba tan alto, que ocurrió que una estrella le cortó un ala, y cayó ante los ojos dormidos de un completo desconocido (y en realidad, no tan desconocido). Esa velada, la muchacha sintió que un pedacito de su ser se desprendía de ella, para no volver nunca más. Se imaginó que de tanto sufrir, se quebraría tan fácilmente como un espejo, y aunque la idea le desagradó, sentía que no había nada más que esperar. Lloró como nunca por el inicio de lo que sería una pérdida fatal en su existencia, tapó el frasco nuevo y escribió la etiqueta correspondiente.



Me enamoré, y no sé de quién. Quizás del aire. ¿A qué más podría atribuirle esta desazón?




Continuará. . . ...

Confesión del día { hoy, mañana , ayer , anteayer . . . }

Highdei, Anteyule 23, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.



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Yo no sabía que estaba pasando.
Sólo me dediqué a morir un poco cada día, para revivir con doble intensidad, doble adrenalina, doble felicidad.
Millones de flores, no sólo en un ojo, si no que en ambos por igual.









JAJAJA!

Synchronicity .

Highdei, Anteyule 16, año 7469 según Cómputo de la Comarca.

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“A sleep trance , a dream dance ,
a shared romance. . .

If we share this nightmare,
then we can dream
Spiritus mundi.







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Todo comenzó cuando el taxi se quedó varado en medio del taco imbécil, y tuvimos que bajarnos de el y contentarnos con caminar. Yo, entre el leve mareo, el calor y el dolor de garganta, prefería ni hablar. Igual estaba obligada a hacerlo si no quería pasar por enferma o aburrida. ¡JA! En vez de eso, pasé por mal genio. Soltaba palabrotas como un Droopie cualquiera, y tomaba agua para luego escupirla.

No sé que mejoró mi ánimo: el recordarme a mí misma que iba relajadamente a uno de los mejores conciertos del año, o que una manga de locos anormales, chascones y sonrientes lo hicieran por mí. Creo que fue esto último.
No éramos los únicos pergenios corriendo por Av. Grecia y cruzando con los semáforos en rojo y con los pacos en la punta de la nariz. No sé de donde salió tanta gente junta, y de la nada; pero así fue, nos rodearon y me sentí feliz.

- Oye, Aiol, ¿cachai que nos estamos todos embarcando en la media peregrinación? Vamos al Templo del Estadio Nacional a adorar al dios Sting y volás.

- ¡JAJAJA! Pero Enana. . .

- Sí po, la media onda - seguí con mi voz de Droopie drogado y disfónico -, y cuando lleguemos allá, vamos a orar, levantar los brazos al cielo y ofrendar canciones a las divinidades en el escenario. Y Sting nos susurrará De Do Do Do De Da Da Da , así como un mantra, y llegaremos a un estado de plenitud superhipermega choriflai.

- Las weas que se te ocurren, pásate un rollo. ¿Por qué no lo escribes en el blog?

- Sí, buena idea.

Todos andaban en otra, hasta la señora paca que tenía que revisarme el bolso en la entrada. Me habló con voz de caño y me dejó pasar, sin revisarme nada.

- Oye, ¿nosotros somos el pueblo cierto?

- ¿A qué te refieres?

- Vamos a galucha po, nosotros somos el pueblo.

- Prefiero no llamarlo así.

- ¿Cómo le dicen los metaleros al pueblo?

- ¡EL PUEBBBBLOOOOOOOOOOOOOOOUOOOUYOUOOUOOOOU! - gritó Cannabio de repente, haciendo como un thrasher cualquiera.

- ¡JAJAJAJAJA! Ah, somos gente no más.

Sí, pura gente. Gente que llenaba la galería de forma impresionante, gente con globitos, con pulseras, aros, anillos, collares, y demás merchandising luminoso. Gente piteá.
Los maniceros volaban por ahí, al igual que los que vendían pancitos. De las bebidas, ni hablar. Volaban tan alto que ni se veían.

Cannabio saltaba en una pata y le daba al tumpa-que-tumpa-que-tumpa-tum-pá, mientras sacaba medio pito de sus calcetines y Beck cantaba ondíferamente con sus lentes marcianos.

- ¡Cacha el cielo, Aiol! Se ve como si estuviese amaneciendo.

- ¡Sí!

- Sería genial un concierto a esas horas. . .

- Algún día haré uno así.

- Uhhh, choriflai.

Y métale conversando, tosiendo, tragando maní confitado hasta que nos volvimos monos y tuvimos que enviar al viejo volao a comprar bebidas. Por suerte nos encontró, éramos puras hormigas ocupando la galería. Las Coca-Colas se esfumaron, así como la luz diurna y el telonero bacán. Prendieron las luces, y yo protesté, indignada. Mi viejo empezó con lo de que yo era un murciélago y a mi me dio hambre. Le rogué por un pancito, pero no había nadie repartiendo comida, puros maniceros y "bebideros". Claro, y cuando nos engullimos por fin el sanguche de jamón con palta, nos dio sed y estos tarados desaparecieron entre la masa de adictos a la Coca-Cola. Filo, yo disfrutaba escuchando la música que ponían por los parlantes, y me preguntaba si sería esa música la preferida de Sting y sus chicos, o si la ponían al puro lotijuay. No, no creo; a ningún chileno se le ocurriría poner algún tema de Arcade Fire en el Estadio Nacional.

Eran las 10:30 de la noche, y ya cuando su fama de británicos puntuales se había ido al carajo (no hubo ninguna olita, fome el público éste), se apagaron las fuckin' luces y gritamos todos como endemoniados. Un volao de atrás gritó: ¡Qué vuelva Beck! , y mientras me reía y me daban ganas de ir al baño por el frío, The Police comenzó su recital. . . con Message in a Bottle. Yo ahí me fui a la cresta y chillé galloclaudiamente con todas mis fuerzas.
Después Cannabio gritaba por mí porque ni mi garganta ni él me lo permitían. ¡JA! Pero cuando prendieron las chorrocientas mil pantallas, las luces parafernálicas y tremendamente psicodélicas, ¿a que no grité fuerte?
Hasta ovnis vimos, unas tres navecitas pequeñas y radiantes que sobrevolaron el estadio Nacional, así como lo hizo el chancho socialista el 14 de marzo en que Roger Waters dejó la escoba, allí mismito.

La niña mal genio de hace un rato ahora estaba alucinada. Las canciones se sucedían mágicamente (y de forma desordenada ahora en mi mente). . . Walking on the Moon, Can't Stand Losing You, De Do Do Do De Da Da Da (el super mantra), Don't Stand So Close To Me, Reggata de Blanc y uff. . . El Sting cantaba y hacía muecas graciosas, yo sigo opinando que el público era poco medusón. Si no hubiese estado tan apretujada. . . El tío Stewart luciéndose con sus tambores raros, su gong, sus tininí-tananá-tumpatumpatucatucatá varios. Y el Andy con su guitarra, por supuesto (¿Otro Andy guitarrista?).

- Es hora de fumarse un pito - le escuché a mi papá, y yo seguí en lo mío. Fue lindo bailar con él cuando tocaron ese tema tan bello. . . Every Little Thing She Does is Magic. Fue lindo, sí.

No sé como recordar lo restante. Puras luces, rojos, azules, amarillos, millares de brazos extendiéndose hacia el cielo. Sí, muy ritual. Lo sabía, estábamos en la comisaría rockera de Los Pacos.

Después del jugoseo de Roxanne, me faltaban dos canciones. Y las tocaron. Juro que quería gritar a todo chancho, vaca, pollo, al más puro estilo oveja ... SO LONEEELYYYYYY! , mientras me acordaba de los locos cantando en un metro de Japón, con un walkie-talkie. Claro, y después, la típica pero no menos chora e importante, y en la que todos prendieron los encendedores y celulares, hasta yo. . . Me gusta mucho, pero no sé si sería tan posesiva como para dedicársela a alguien. No es difícil adivinar. Y uff, pensé que era la última, pero no. No se puede terminar con una canción así, y menos mal que no fue así. Fue alucinante. Alucinante todo, hasta como abandonaron el estadio los quinientosmil chascones a todo terreno. A mi me vino el bajón, la desesperación y bla bla, y comenzamos nuestra odisea para llegar a la casa (en mi caso personal, para llegar al baño).

- Hija, ¿quiere agua?

- No.

- Pero toma un sorbito, para que la garganta no se reseque más.

- Bueno ya.

Casi me tomo toda la botella. Hubiese preferido un mote con huesillo de esos que vendían afuera del estadio, pero Cannabio me apartó del carrito de un tirón. En cambio, me regaló un cintillo y una bandera. Otra más, yeah. Al ladito de la de Roger, ahí está. Y yo feliz, a pesar de todas mis malditas mañas. No sé, pienso que cuando mi garganta mejore, gritaré aquella canción completita por la ventana. O quizás me pasee con un walkie-talkie por el metro, como si hubiese salido de la Matrix. ¿Qué onda conmigo. . .? ¿Y qué onda el zepelín que flotaba arriba del estadio? ¿Será ese un mensaje divino? ¿Será que para la próxima, en vez de ver a Sting veré a Robert Plant dando jugo con el micrófono?

Diálogos Mezclados .

Highdei, Anteyule 2, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.

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- Señorita, ¿sabe dónde queda El Greco?
- ¡Griffin! ¿Tienes galletas de chocolate?
- Hay cuatro tipos de inciensos, los más poderosos para realizar cualquier rito...
- ¿Eres tan ocioso como para contar cada baldosa de esta maldita escalera?
- ¡No soy Griffin!
- ¡Pucha! ¿Y qué es el PUK?
- Sí, pero si es fácil.
- ¿Sabe dónde estoy parada?
- Ya, ¿pero tienes galletas de chocolate?
- ¡Mirá, mirá como revoleo las patas!
- Mirra...
- No.
- A mí me suena como a Tome Pin y haga Pun.
- Incienso blanco...
- ¿No lo sabe? Mire el nombre de la calle. ¿Cómo tan perdido, señor?
- Ah, sí, si tengo, déjame ir a buscar.
- Super fácil... ¡para ti! Para mí que apenas se multiplicar, uff...
- ¡Cállate!
- JAJAJAJAJAJAJA! Mamá, tú y tus ideas...
- ¿Sándalo?
- Habla con la mano, ¡HABLA CON LA MANO!
- Sí, parece que sándalo...
- Tanto atado con el PIN, el PUK, el PIK...
- ¡Galletas, galletas!
- ¿Cierto? Detesto los celulares.
- Señorita, ¿sabe qué hora es?
- ¿Y para qué? Tu mano es un poco mala onda...
- No me acuerdo del otro...
- ¡Pero niña!
- Mamá, quiero ser una Monty Python.
- Sí, si sé.
- ¿Qué?
- ¿Almizcle, puede ser?
- ¡QUIERO COMER CURAAANTO CON CHAPALEEELEE!
- Cómo vas a detestar los celulares..
- JAJAJA, ¿para cabalgar sin caballo?
- Mi mano es hermosa, igual que su dueña.
- Mhh, quizás, pero sirve. La mirra, en todo caso, es especial.
- ¡¡ENANA, SILENCIO!!
- ¿Qué hora es?
- Para lo único que me sirve es para que me llamen. Si no fuera por eso, lo tiraría al basurero, junto con todos los relojes de esta casa. Demás que el Tiko se los come.
- Seguramente... ¡egocéntrica!
- No, para ir a cazar conejos, je je je.
- Sí, lo sé, yo uso mirra para todo.
- La hora de la tubbie-papilla, la hora de la tubbie-papilla.
- PUK me suena a Puck...
- Entonces no te dejo, hija. Los conejos son peligrosos.
- ¡GRIFFIN!
- Recuerdo esa vez en que por primera vez vi la Luna desde mi ventana.
- Y a mí me suena a tarjeta BIP!
- ¡Nooo, Griffin nooo!
- No, mamá. ESE conejo era peligroso, hay otros que no.
- Ah, yo veo la Luna desde mi ventana siempre.
- ¿Willow?
- Clap, clap, clap, clap.
- O a galletas PIK.
- ¡Willa!
- ¡No es la idea que te pongas a cabalgar en plena calle!
- Je! Es que a mi ventana sólo le gusta la Luna Cresciente.


*

Yo les diré por qué. . .

Trewesdei, Blotmath 29, año 7469 según Cómputo de la Comarca.

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Porque éramos sus iguales: la misma piel, la misma estructura ósea, los mismos órganos vitales, el mismo pedacito de divinidad en el alma.

Porque aún con esta igualdad, éramos diferentes. Y ellos optaron por odiar la diversidad.

Porque alguna vez fuimos veneradas como Diosas y ellos irrumpieron en nuestros templos, destrozaron nuestros altares, nos hirieron de muerte. Pasamos a ser la escoria, y aún así, nos temieron.

Porque todo dependía de nosotras, porque sin nuestra existencia, sus ambiciones no valían de nada. Nos usaron. . . y nos usaron mal. Fuimos el sable por siempre envainado, la pistola sin cargar, la mente dormida. Y lo más increíble de todo, es que aceptamos la nueva carga. La aceptamos y nuestro destino fulgurante se oscureció, nos despedazamos una a una y entre todas.

Porque supimos, desde lo más hondo de nuestra miseria, desbaratar sus planes. Ya no fuimos creadoras, fuimos destructoras.

Porque las represalias son eternas: el yunque nos hundió en las aguas tormentosas, su fuego traidor nos maldijo la carne, sus cadenas nos quitaron el aliento sin piedad, el libro sacro bendecido por el Señor nos golpeó los rostros, nuestros sucios y deformes rostros. Y no dijimos nada. Nada que valiese la pena.

Porque nos atrevimos a ser, simplemente a ser, y eso nos condenó de por vida y más allá de la vida.

Porque reíamos cercadas por las batallas y el odio. No lo percibíamos.

Porque fuimos Amor, porque creamos mediante el Amor, porque vivimos por y para el Amor. Y nuestro Amor no coincidía con el amor de ellos.

Porque el poder de la Espada nunca deseó ser compatible con la gracia del Cáliz. Y todos los seres que intentaron hermanar ambas potencias, fueron asesinados.

Porque alguna vez fuimos mujeres, y desde ese momento tan triste en que nos privaron de identidad hasta la actualidad, siguen repitiéndonos que no somos más que una nimia e inservible creación de un Ser misógino y patriarcal. No somos más que una fábrica de estúpidos. Un molde para gente estúpida. Meras marionetas: ESTÚPIDAS. Hay algunas que se lo tragan todo y se avergüenzan. A otras, como yo, no nos meten el dedo en la boca.

¡¡¿POR QUÉ?!!

Highdei, Blotmath 25 , año 7469 según el Cómputo de la Comarca.

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http://tar-menel.blogspot.com/2007/10/el-lamento-de-lilith.html

El Cadáver del Soñador de Papel .

Monendei, Blotmath 14, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.

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El cielo era verde para sus ojos ciegos. La hierba era negra, los cerros inmóviles se asemejaban a los diversos rostros que ella tomaba para sí, en la penumbra. . .
En eso llegó el príncipe elfo a buscar a su novia, una hermosa doncella. Se la llevó al mundo de los sueños, en dónde todo lo que desees se hace realidad.
Se compró su escalera al cielo, la compró con un par de besos y una sonrisa muda, o con aquel don que poseía, ese don tan secreto pero que su alma parecía proclamar a viva voz, como el sol propagaba sus rayos.

Era un amor de los que ya no existen hoy en día, esos naturales, de la esencia. Eran el complemento perfecto, se necesitaban para ser felices. Se tenían a los dos y eso les bastaba. Pero nada dura para siempre, ni siquiera la mismísima eternidad, ni el infinito, porque todo se acaba desde el momento en que el dejas. . .
- ¡Mira! ¡Un trébol de cuatro hojas! - exclamó, completamente feliz. La suerte estaba echada y de su parte. Cuatro sueños, cuatro desvelos. Cuatro días o cuatro años. Cuatro horas de puro pensar en pájaros y lunas enroscadas en el cielo.
. . . de guiarte por lo que sientes y no escuchas a tu corazón, porque decides hacer lo correcto que nunca va acorde a tus sentimientos. ¿Qué es lo correcto?, eso no existe, en este mundo sólo existe lo que tú deseas que exista. Continuemos. . . si ellos quieren ser felices lo serán, porque todo lo que deseen se volverá realidad. Sólo tienen que confiar en ustedes y así, pese a las dificultades, el príncipe y su novia podrán encontrar el camino a sus sueños, esos que sólo existen en su inconsciente.
Y cuando la creyó dormida sobre su lecho de agua y flores, saltó sobre ella, y chapoteando, la despertó con una canción: I love you baby, na na na na na ná, I love you baby, na na na na na ná, I love you baby. . . CHAN CHAN CHAAAAAAAAAN! La miró como un ratón com hambre y se fue, en busca de otro queso.
Así vivieron felices para siempre, en su mundo, que era su creación, su perfección, donde todo tenía solución. Eran felices porque tenían todo lo que querían. . . TAN TAN !
Lila: ¿Qué te pareció esta historia? Veamos si en algo coincidieron nuestros pensamientos, en un día como hoy, tiradas en el pasto, hablando de otra cosa más que de . . . Y aquí estoy yo, siguiendo como siempre todas las locuras a las que me llevas a hacer.
Si te soy sincera, pensó frente al espejo del baño, el azul es más azul en el mar que en tus labios llenos de hipotermia y deseos. Y el rojo es más rojo en las amapolas de tu jardín que en el corazón pintado con lápiz de palo en mi cuaderno. Así es la vida.







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Juliet & Lúthien , lápiz con pasto el viernes 2 de noviembre.

¿Quién sabe?

Monendei, Blotmath 7, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.

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Tal vez fue el crepúsculo que no presenció, o esa canción triste que estuvo escuchando hora tras hora, sin parar, como si el resto de las melodías conocidas no supieran comprenderla tan bien. Quizás fueron las aterradoras y a la vez fascinantes líneas que leyó por casualidad, o la cotidiana y aburrida expresión que la gente adoptaba en el metro, ya fuese por desgaste físico y psicológico o por simple inercia. La conversación cuyo hilo no pudo continuar. La frustración innecesaria e irreconocible. Los minutos perdidos, las miradas furiosas al reloj, la espera en vano. Sí, tal vez fuese algo así, algún detalle por el estilo, o todos esos sucesos unidos en un solo día, llamado domingo. Maldito domingo.
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Era hora de despertar, o de enredarse aún más entre las sábanas. Era el minuto justo para tomar un vaso de agua, o escupirlo a sus propios pies con desprecio. Era el día perfecto para arrancarse de su propia gran expectativa, o quedarse varada en el living de la casa, como una estúpida. Uff, difícil decisión. Una de dos, o vivía bien, o vivía bien. . . mal.
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Ansiedad. Ese era el efecto que no lograba poner en palabras, para gritarlo a viva voz. Todo aquello le producía una irrefrenable ansiedad. ¿De qué?, lo sabía bien. Sí que lo sabía, pero no se permitió ni pensarlo. No entendía a los fumadores, a los alcohólicos, pero suponía que su caso no era muy diferente. Era una cosa de la humanidad, y le daba rabia saber que el optimismo no le servía para nada.
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Muchas veces asomó su cabeza por la ventana, sin nada que observar. Y varias veces más se preguntó si tenía algún sentido seguir agotando la voz de Jim, cada vez más cansina, más etérea. No quiso responderse, sus actos eran los delatores de su conciencia. Se lo perdió todo por intentar ganar aunque fuese un pedacito de. . . no importaba qué. Maldito día. Malditas ansias. Todo para no maldecirse a ella misma. Mhhh, sí. Mística fue la mano que con un plumón escribió en una de las paredes de un sucio baño público: ¡Espera! Aquí ha habido una masacre. No toques la tierra, no toques el sol. Sólo hay una solución. Huir, huir, huir.
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Oh, ¿acaso huirías conmigo? , le espetó a la pared llena de escritos intrascendentes, y aquél tan revelador, allí, especialmente rodeado de mugre y humedad. Su alma lo gritó, se lo gritó a lo lejos, lo dejó caer como un rayo sobre su cabeza. Todo se ordenaba así, todo lo percibía con lucidez. Podría haber sucedido de otra forma. O simplemente, podría haber sido otro infortunio más en su vida. Qué extraña manera de dependencia.

Aquel Instante Mágico Pt. 2 (mejor compartido) .

Sunnendei, Crudo Invierno/Feliz y Alérgica Primavera 29, año 7469 según C. de la Comarca.

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Toc, toc.

- ¿Sí, hija?

- ¡Mira por la ventana!

Se apresuró en correr la cortina a un lado, y el viento fresco del atardecer le acarició el rostro.

- ¡Ohhh, qué liiiiindo! - exclamó, ante esa pintura al óleo que el sol colgaba del cielo, de vez en cuando.

Me abrazó, y yo le di un beso en la mejilla, feliz.

- ¡Qué romántica mi hija! - dijo, con los ojos brillantes, llenos de rosa y naranja -. Te estás poniendo emo. . .

- ¡NO! - grité, mezclando mi satisfacción de buscadora de tesoros con esa indignación fingida, tan recurrente en mí.

- ¡Ji, ji, ji! ¡Era broma! Pero. . . ¡igual eres romántica ja, ja, ja!


*

Unsoplidoremolino .

Highdei, Crudo Invierno/Feliz Primavera 20, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.




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Arremolínate, me dijo, y me puse a dar saltitos sobre el fino borde de mi taza de café. Café humeante. Café helado. Un montón de colores en una cesta, toda la vida a través de una mirada dulce, que se hace pasar por un eterno arcoiris, pero que es aún mejor. Se esconde, porque no tengo sabor a cielo, no huelo a divinidad, no soy un arcángel en carne y hueso, no caí del firmamento como una ansiada estrella fugaz. ¡Ja, ja! Yo le hice caso, mi vida de tanto girar se hizo inmune a los mareos monumentales, pero ya nunca más caminé en línea recta. Hipnotizó mi almohada, mi cesta de colores, mi afán de remolino, y se escondió, porque ésta chiquilla arrebolada no era lo que esperaba. Yo lo busqué, para decirle: “Señor, a partir de ahora, usted no huye más de mí.” Él fijó sus fingidas pupilas arcoíricas en mi rostro, y susurró: “Es que yo no te esperaba.” ¡Mentira! ¡Quién te mira así no te va a dejar doblar la esquina! “Pues claro que no, pero aquí estoy”, le dije, y salí corriendo, sin saber si me había aferrado a una de sus manos o no. Cajita de sorpresas. Vacié la cesta sobre mí, infusión de manzanilla con un poco de rojo fuerte. Hace bien para subir las revoluciones. Pasto verde para efectos narcóticos. Naranja para curar alergias del alma; si tengo suerte, floto como una burbuja feliz. Morado para llenar mi cabeza de psicodelias. Armo el menjunje. Mezclo, mezclo todo. Arremolínate, gira, aunque no haya viento que sople sobre ti. No, no tiene gracia. Le pedí que soplara, pero no quiso. Sus ojos dejaron de mentir, lo descubrí. Yo, solita, nadie más, ni la otra, ni ese de allá, ni la vieja en chancletas con sus millares de gatos pelusientos. No soy cielo, pero quizás haya algo de eso aquí, donde todo combina, donde todo se comparte con el infierno. Te di mi color favorito, aunque te quedaras sentado en el basurero de los juguetes oxidados, pensando todavía que yo no era lo que tú esperabas. Eres bueno revolviendo la sopa de tu conciencia. ¡¿Ah?! En la vida no se espera, se... se... ¿Qué se hace? Recuérdamelo.

Lo inevitable de la absurda cotidianeidad .

Highdei, Crudo Invierno/Feliz Primavera 13, año 7469, según el Cómputo de la Comarca.
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Canción de bus uruguayo dirigiéndose a Camboriú, en una madrugada lluviosa:




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“Hablen de alguna weá bacán. . . de minos :P”
“¡ESTUDIEN!”
“En todo caso, chao.”
“Ja, ja. . . ¿qué minos? No los típicos, porfa.”
“Ti ni ní . . .”
“¡Mira, esa vieja ha pasado muchas veces por aquí! ¡Es el Diablo!”
“Oigan todos: ¡LA LILA ESTÁ PASÁ A CAFÉ!”
“¡Mentiraaaa! Ahora huelo a menta y chocolate.”


(. . .)


“Hola. Hablen algo que valga la pena.”
“Hola.”
“¡Nooo, voy a dibujar!”
“¡Me van a dibujar!”
“Ja, ja, ja. ¡¡Algo interesante!!”
“Hola.”
“Ji, ji, ji, ji, ji, ji. ¿No es interesante?”
“No. Algo que valga la pena.”
“Hola.”
“¡Qué es cómico el Pablo, ja, ja, ja!”
“¡Síí! ¿Qué onda?”
“Ná po. . . por eso hablen algo que valga la pena.”
“Hola.”
“Del amor. . . ha, ha, ha, estoy enamorada y muchooooo.”
“¡OOOOOOOOH! Por la. . ., la Cele y la Dally repiten a cada rato lo mismo.”
“Hola Hita, ¿cómo estás?”
“Hola, estoy bien.”
“Yo también.”


(. . .)


“Bon jour, amis.”
“Ya empezaste. Hola a todas/os menos a la que habla raro.”
“¡Hola! ¿Qué hacen?”
“¡Naaah, qué estamos terrible pajeros! ¡¡Profe latera!! ¿Qué onda?”
“La cagó, queda una hora. ¡Clock, clock!”
“¡Holitas! Loco, antes era más entrete historia.”
“Bueno, acostúmbrate.”
“Esta profe es idéntica a la princesa Fiona de Shrek.”
“¡JA! La profe se pasó. . . oye, ¿juntémonos nosotros para hacer la tarea?”
“Sí, seamos todos en el grupo.”
“¡Sí, juntémonos a hacer esto!”
“¿Qué weá? La media cagá, no cacho ni una. ¿Qué grupo? ¿Qué weáááááá?”
“Oye, esto es una mierda.”
“Paren de decir weas.”



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No. No paramos de decir weas, gracias a quién sabe quién y a nuestras charlatanas bocas. Ni yo, ni ninguna de nosotras paró un sólo día. ¿Qué hubiese sido del colegio sin nuestra perspectiva de cada pasillo y escalera, sin nuestros comentarios muchas veces estúpidos, banales, mundanos, ingenuos y sin sentido? ¿Qué hubiese sido de esas varias mesas de todas las salas del colegio si nuestro plumón mágico no hubiese escrito en ellas “¿Vos sos Dios?”. ¿Qué hubiese sido de nuestros almuerzos, sin cáscaras de naranja, limones, tenedores desaparecidos y tijeretas asesinas? ¿Qué hubiese sido de esa paja escolar tan palpable en el ambiente, si no la hubiésemos retratado en un destartalado cuaderno, en una servilleta, en las paredes o en los “doses” en matemáticas? ¿Qué hubiese sido de nosotras sin La Exiliada del Sur, El Fantasma de la Ópera, el Wall Cats, el maldito Abanderado, el chamullo que fue la exposición de Sudáfrica, The Profus Attack y todas esas voladas? Ay, ¿y qué sería de nosotras sin todos éstos recuerdos, que a través de unas pocas palabras, se nos vienen a la mente y al corazón? Probablemente no mucho.



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“Ya, entonces, cha'ela chorizas. Llegó la hora de decir adiós, decir adióóós. ”
“Chabela a todas las longis ja, ja.”
“¡Nooo, todavía no!”
“Chao, bye, adiós, je, je, je.”
“Váyanse luego todas. Chao a mis amigas, nunca las olvidaré.”



.



Y vuelvo a repetir, como esa vez. . . ¡No, todavía no! Porque apenas estamos desviando nuestros caminos, todavía hay tiempo, y además, ¿quién dijo que existía el adiós?


En un flash de cuatro años logré captarlas, revelarlas y enmarcarlas en lo más profundo de mi corazón. Ahí quedaron, inolvidables . . . y con todas sus escenas derivadas del absurdo :*

http://www.youtube.com/watch?v=7CaO5OY8vD8

El viejo regalo, ¿se acuerdan?

Silbo Visitante .

Trewesdei, Crudo Invierno 3 (Feliz Primavera, allá, en el otro lado), año 7469 C. de la Comarca.

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Otra vez escuché ese silbido mágico, en la mañana tardía, con el sol en la ventana y los gatos durmiendo en mi cama deshecha. Otra vez lo sentí mecerme el alma, a pesar de salir de los labios del mismo hombre invisible, ése que se sienta a leer en voz alta un libro por las tardes y toca la dulce guitarra por las noches. Una melodía elocuente, que se mezcla esporádicamente con mis recuerdos; un rápido viajecito a la infancia, donde veo su rostro bonachón de Viejo Pascuero, su boina negra de capitano feliz y su barba moviéndose imperceptiblemente con el aire que su silbido de pajarillo gracioso va liberando. Yo quería aprender a silbar así, y él me decía “oui”. No recuerdo su voz, pero sí ese oui, y esa música que poco a poco fue haciéndose más frágil en su boca, hasta caer en lo más profundo de su garganta y fenecer, como todo en este mundo. Pero volvió dos veces, desde el más allá, para agitarme las lágrimas y contarme a través del señor invisible que la muerte no limita ni frena: multiplica la vida, la hace más notoria. Ese silbido afrancesado, sea quien sea el que me lo lleve a los oídos, siempre tendrá el sello de su presencia, porque es uno de los tantos hilos, agujas y retazos que me regaló, sin saberlo, para comenzar a costurear mi vida.





Otra vez entraron los espíritus por la ventana, y me destornillaron el corazón del cuerpo. Sentí su señal, pero no por segunda vez. Perdí la cuenta de mis llantos, mis sonrisas y sus visitas.

Ganas .

Hevensdei, Halimath 27, año 7469 C. de la Comarca.

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Mi loca madre dijo: Si alguien quiere conocerte, que lea esto. Esa eres tú. Yo digo: Este es otro “cuento” longevo, de esos que una autora (tan cachurera como yo) nunca tira al basurero de los recuerdos. Por eso lo reparto por el mundosférico estrellífero; no para que me conozcan precisamente, si no para que sientan y me sientan.
Si ya lo leyó, bueno, ¡léalo de nuevo!


*









Ganas de ser. Ganas de saltar. De correr. De detenerse, y mirar el cielo. Ganas de buscar la Luna, de danzarle. Ganas de reír, y luego de llorar. Correr otra vez; no, ahora caminar. Caminar al ritmo de una melodía efímera en el aire, persistente en su mente. Ganas de estirar los brazos, de ofrendarle al cielo su vida en un paso, en un entrechocar de los dedos con la invisibilidad del viento, en un aliento que es suyo y de muchas personas que pasaron por aquella calle, aquella vereda sucia que ella no ve, porque tiene ganas de imaginar. Sí, y ganas de crear con su voz una palabra, luego una frase, luego una estrofa. Cantar con voz suave y seguir caminando como si pendiese de un hilo y diese sus pasos varios centímetros por sobre el suelo. Ganas de flotar, de no dejar huella, no de esa manera. La oscuridad se traga su pálido cuerpo, y algunos faroles guían su catártico caminar, el ritual más sencillo que un ser humano como ella puede realizar. Ganas de escuchar el silencio, ese que se produce cuando ella enmudece y las hojas de los árboles dejan de susurrar. Ganas de girar lentamente, y cada vez más rápido, para ver borroso, marearse y caer en medio de la calle desnuda y fría. Ganas de apoyar una mano en el asfalto y creer que está tocando el suave pasto. Sentir el aroma de la tierra mojada, de las flores silvestres, de las hojas amarillentas. Ganas de levantarse y correr hasta una esquina, para ver si está lloviendo. Ganas de que las gotas de agua acaricien sus cabellos, su rostro, sus brazos, sus manos... Y saltar, revolotear, agradecer. Ganas de escucharse a sí misma chapotear, de cantar con voz alegre. De encontrar una nueva melodía, un nuevo andar. Ganas de mirar el suelo, luego al frente, luego al cielo. Alcanzar una estrella, o dos. Arrancarlas del manto nocturno y meterlas en sus ojos, para que éstos brillen siempre. Ganas de detener la caminata y adquirir un nuevo disfraz con el cual entretenerse. La lluvia ya no existe, y tampoco el pasto, las flores, las hojas doradas por el otoño. Sólo ella, en la calle vacía pero llena de murmullos y de oscuridad donde la luz tenue de los faroles no alcanza a llegar. Sólo ella mirando la Luna, danzándole, e inventando que decir o hacer. Ella tiene ganas de permanecer así siempre, y no llegar jamás a su destino. Ganas de que la felicidad perdure. Ganas de no terminar, aunque sabe que así será. Entonces, ella ya tiene ganas de volver a comenzar.

Un poquito de la verdad. . .

Meresdei, Halimath 21, año 7469, Cómputo de la Comarca.

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No sé cuanto tiempo nos queda por vivir, pero me gustaría confesarte, por algún motivo extraño, que...



• No me gusta el jugo de naranja–zanahoria uruguayo.
• Esa manzana que me diste... ehm, se la regalé a la mendiga que vive en la cajita de cartón que es a veces mi mente.
• No, no hablo en chino, y no lo haré nunca. (¡Ah, nunca digas nunca!)
• Siempre le tuve miedo a nadar, pero eso no impide que pueda dar brazadas en medio de la oscuridad.
• Una sonrisa tuya vale más que mil silmarilli en el cielo nocturno.
• Quise escribirte una carta, pero se le acabó la tinta a mi lápiz pasta negro.
Cuando el sol se pone todos los días, me da por recordar. . . bah, cosas.
• Ayer perdí una apuesta conmigo misma. Pero no te diré cuál es la penitencia.
• Esta mañana vi una mariposa blanca aleteando en mi ventana. Sí, creo en la suerte.
• Pienso que. . . nunca es tarde, pero ahora mismo es demasiado temprano.



¿Y de qué sirve hacerme la valiente, si no es para reírme de mí misma?
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Nunca está de más. . . Lo que sea, házlo.



http://www.fanfiction.net/s/3742394/2/ . . . ;D

Interestelar .

Highdei, Halimath 15, año 7469, Cómputo de la Comarca.

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Besó la almohada en un arranque de ternura intempestiva, y brincó tres veces, tratando de tocar el techo con la punta de la nariz. ¡Uno! La almohada salió disparada hacia arriba, por un agujero en el cielo raso que nunca nadie percibió. No volvió a bajar. ¡Dos! Una flor amarilla cayó de-nadie–sabe–dónde y se enredó en una de sus pestañas, para luego metérsele en el ojo sin que se diese cuenta. Nunca salió de allí. ¡Tres! La habitación tembló suavemente, mientras una música disparatada se posesionaba de su cuerpo y bloqueaba sus poros con un aroma a noche extasiada. No, no depositó sus pies sobre el piso otra vez.

Una brecha en la armadura. Un sueño. Una mirada radiante. Una escalera. Dos almohadas en lo alto del techo. No, no despertarás pensando que nada sucedió, no con esa sensación, si no con otra, otra, otra más bella. Mira, pasó un ángel. Allí va otro, mírale las alas. ¿Las imaginaste así alguna vez? No hubo respuestas, salvo un suspiro y una risita ahogada. Muchos saltos, mucho vuelo. Ábreme los labios, sugerían sus ojos. Hay tantas otras formas de comunicación. Pensaba en sumergirme en una nebulosa, tan sólo para que me encuentres. No es tan fácil, hay muchas otras como yo. ¿Segura?

El cuarto brinco y no hay vuelta atrás. ¿Qué se siente? Miles de lunas girando sobre ti, millones de meteoritos golpeándote el pecho, trillones de estrellas cayendo, de a una, al suelo, para que las recojas, si así lo deseas. Una flor flotando en mi mano, es el impulso de lanzarla el que la hace llegar sin premeditaciones hasta ti. Gracias, susurró, y desde el techo se dejó caer, a ver si se hacía añicos, o se transformaba en rompecabezas.
No, no tardaría en a(r)marte, si es lo que quieres.



* Imagine :D

Semillita .

Sterrendei, Halimath 9, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.

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- ¿Viste el duende, o no?
- ¿Qué duende?
- El de ahí, ¡mira, mira, allí está!
- ¿Dónde?
- Ahhh, ¿serás ciego?
...
- No, no creo porque hasta los ciegos ven mejor que tú.
...
- Y sienten mejor que tú, escuchan mejor que tú, huelen, tocan, viven...
- ¿Eso que tiene que ver?
- Que yo digo "¿vieron el duende?" y ellos me escuchan perfectamente.
- Yo también te escuché perfectamente.
- No, porque si no, habrías visto el duende. Si escuchas, bien puedes ver.
...
- ¿Viste el duende?
- No...
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Era tan diminuto, de movimientos graciosos, una vibrante alegría en los ojos y las facciones del rostro cinceladas con una expresión de picardía inigualable. Movía sus manitas de seis dedos tratando de llamar mi atención, y se balanceaba vertiginosamente en uno de los pétalos de la flor. Quería caerse y rebotar en el suelo, pero no lo consiguió. Bueno, esa impresión me dio, porque, ¿quién sabe que intenciones tiene un ser como él, una semillita cósmica, una simple partícula de polen?



Ese día me fui con el duende en el bolsillo, y por pura chiripa no lancé los pantalones a la lavadora. Logré pillarlo cuando salió sigilosamente e intentó chapotear en el pocillo de leche de mis gatos. Para que no lo encontrara se escondió en el pelaje de uno de ellos, pero luego se cansó y comenzó a bajar por sus bigotes. ¡Pobrecillos! O pobrecillo él, porque a veces los papeles se invierten y puede terminar como juguete gatuno. Terminarás como el ratón chamán, le advierto, pero no me oye, ni siquiera me pregunta quién diablos es ese ratón, que murió bajo las zarpas sin compasión de mis animalejos. Ay, si supiera que aquí en esta casa todo es una constante travesura, todo se pierde y se transforma; las lechugas se añejan demasiado pronto, las manzanas se pudren al tercer día, los cachureos se bambolean inseguros allá arriba, en la buhardilla, pero la semillita cósmica se pasea tranquila, flota y chasquea sus dedos embrujados para que se prenda la estufa, se asusten los gatos o el agua de la llave comience a correr. De repente sigo sus consejos, y me vuelvo yo también traviesa. Menos mal que no te vieron duende, menos mal. Pero me vieron a mí, y me dicen loca en tu nombre.












(conste, duende, que no te estoy culpando de nada. Eres tan buena influencia como la pelusa del plátano oriental).






Escucha, semilla, brote de locura:
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Lágrimas por Alegría .

Hevensdei, Wedmain 29, año 7469, Cómputo de la Comarca.

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- ¡Alegría, Alegría! – gritó el muchacho, con la mirada acuosa y la voz sonando casi como un terremoto. Alegría se volteó un breve segundo para despedirse con una fugaz mano, y se fue corriendo por un sendero entre los árboles. El joven, aguantándose el llanto que hervía en su interior, caminó velozmente en la misma dirección que la chica, con la intención de obtener una explicación. No se contentaba con el simple hecho de que ella se hubiese cansado de él. Es que no era tan sencillo, ¡no podía serlo!

Alegría aparecía, y luego se esfumaba como un mago profesional, sin dejar más rastro que una herida abierta, una mirada febril, un deseo descomunal por aferrarse a ella y no dejarla partir jamás. Recordaba el instante, aquél en el que la conoció, bajo un árbol de otoño, con la boca llena de fruta y un hilillo de jugo corriéndole por la barbilla. No le importaba que ella comiese como una troglodita, en ese momento sus ojos resplandecientes, el rubor de sus mejillas y el cabello desordenado lo habían seducido sin más. La muchacha lo invitó a sentarse junto a ella, y le ofreció una manzana, con una mano sucia y pegajosa. Él la aceptó, pero no pudo ni siquiera darle un pequeño mordisco, absorto en su acompañante, salvaje pero tan dulce...

“¿Cómo te llamas?”, le había preguntado con voz de autómata, y ella, echando una carcajada llena de pulpa de uva, le contestó que Alegría. Él pensó que era broma, pero no quiso decirle nada más. A partir de ese momento, fue a encontrarse con Alegría todos los días junto a aquél árbol para luego pasear por los alrededores. Casi ni conversaban, sólo se miraban de vez en cuando para entenderse, y en el caso de ella, echarse a reír. Ella robaba fresas, manzanas, nueces y uvas de los terrenos vecinos con la excusa de que los árboles le ofrecían la fruta con una amabilidad que ella no podía rechazar. Él no estaba habituado a ese tipo de cosas, y a otras, como pudo darse cuenta después. Había algo en ella que le infundía ciertas esperanzas, ¿esperanzas de qué? Por su mente no pasaba la idea de enamorarse de una muchacha tan simple, inocente y con el pelo lleno de hojas y tierra. Pero... de esos temas sólo entiende el corazón, y el joven no acostumbraba a escucharlo. Cuando lo hizo, fue sólo a medias, porque se le ocurrió la miserable idea de poseerla, y Alegría al contrario, no quería pertenecerle a nadie en particular.

Le pareció escuchar un murmullo de vestidos y pies cerca de él, pero no era más que un truco de la brisa. ¿Volvería a aparecer? Seguro que sí, como siempre después de cada intento del chico de tomarle la mano, o susurrarle alguna promesa. Seguro que sí, repetía para sí mismo y creyéndose cada vez menos. Alegría, tan indómita, tan hermosa. Corres libre donde nadie puede seguirte, tomas los corazones en tus manos, les infundes calor, y luego te marchas. Desdichado sea el que desee tomarte, y no soltarte; porque al aprisionarte a ti, una cárcel se construirá con su nombre.

El muchacho, soltando sus revoltosas lágrimas, corrió hacia el árbol de otoño, y no encontró a su alegre compañía allí. Con eso supo que ella no aparecería hasta el día siguiente. Se sentó, y recorrió con la mirada el tronco del árbol, áspero y antiguo, indiferente. Entonces dio cuenta de un detalle que le secó la pena en un segundo: un pequeño corazón, tallado por manos infantiles, cerca del suyo, tan real y ahora más que nunca, acelerado. Se levantó de un salto y abrazó al árbol, sintiendo el dibujo en la madera como algo vivo, suave y palpitante. No, ella no se había cansado de él, en realidad ni siquiera lo había escuchado de su boca. Alegría lo quería, pero no era ella quien debía ser enjaulada, si no él quien debía y tenía que ser liberado.

Vereda de las 10:30 pm

Trewesdei, Wedmain 21, año 7469 Cómputo de la Comarca.

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Se metió las manos congeladas en los amplios bolsillos de su chaqueta, y siguió caminando en el frío de la noche. Disfrutaba sobremanera el roce del aire helado contra su rostro y el compás de la música que iba escuchando, que con hilos imperceptibles manejaba su cuerpo y lo envolvía en un haz de energía absoluta.
No tenía ganas de volver; la idea de quitarse los zapatos, ponerse frente a una estufa y comer algo no le parecía tentadora. Eso le haría darse cuenta de lo cansada que estaba, y según ella, no había nada más deprimente que aquello. Pero bueno, siempre acaba volviendo...

Le encantaba contemplar el vaporcillo tibio que exhalaba una y otra vez por su boca. También le gustaba mucho saltar sobre las baldosas blancas de la estación del metro más cercana (si pisaba una de cualquier otro color, podía caer al abismo y jamás volver), pero eso no viene a cuento, aunque otra cosa que le fascinaba era pensar en detalles de otros momentos y lugares (mientras más sencillos y únicos, mejor).

Quería quitarse ya la bufanda larguísima que le ocultaba el rostro hasta la nariz, pero resultaba entretenido observar a la gente así, como un guerrillero al acecho. Nadie podía ver su sonrisa burlona, ni sus alborotadas mechas debajo del inmenso gorro de mago cuentero (bueno, más cuentero que mago). Se imaginaba que cualquier cosa podría salir de él: un tecito, un pan con mantequilla y mermelada, un libro, ¡y hasta una buena idea para escribir uno ella misma!

Cambió el track en su maquinita musicaloide, y se sintió satisfecha. El día acababa una cuadra más allá, y aunque volver a casa aún no resultaba un panorama atractivo, había algo de maravilla en el aire invernal que le confirmaba lo bien que lo había pasado, desde la mañana hasta la noche. Suspiró y siguió andando con su ritmo extraño hasta acabar cerrando la puerta de su manicomio particular.

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Canción de calle nocturna:

La Calle sin Nombre .

Meresdei, Wedmain 16, año 7469 C. de la Comarca .

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Cuento viejo, cuento eterno .
Dedicado a ese par de seres, perdidos por ahí... Supongo que es obvio .








Se solía decir, que en una grandiosa y parafernálica ciudad, existía una calle totalmente silenciosa, oscura y aburrida. Desde la avenida principal se podían observar los tachos de basura abiertos, y la mugre colándose por las rendijas de las puertas y ventanas desvencijadas. Una tenue niebla le daba un toque de misterio y un aire desconocido. Nadie entraba a esa calleja, era el detalle horripilante de una metrópolis llena de luces y vida activa.

Sin embargo, también se decía otra cosa. Que la calle era mágica. Si una persona valiente la atravesaba, le podían ocurrir cosas grandiosas; ciertas visiones acudirían expulsando la oscuridad desde ese momento en adelante para quién fuese el atrevido. Quizás que otras maravillas se verían, era algo inimaginable. Aún así, nadie caminaba por la calle sin nombre. A nadie le interesaba, salvo a una persona especial.

Alessandra caminaba con seguridad hacia la entrada de la intrigante calle. Sentía que no tenía nada el mundo que pudiese perder, pero tal vez ganase algo intentando lo que nadie había hecho antes. Las luces eléctricas y vacías de la ciudad no le llamaban la atención, ella quería encontrar su luz interior. Aquella que seguiría iluminando, cuando las ampolletas ya no funcionaran.

Se paró decididamente frente a la negrura y la niebla. ¿Qué pasaría? ¿Qué vería? No lo sabía, y la adrenalina de hallarse ante lo inexplicable la llenaba de energías. Sabía que llegaría al otro lado, viva, y con su alma brillando con nuevas experiencias. Y quería dejar sus penas y pesares atrás, tirados junto al resto de la basura. Tomó una bocanada de aire, y se adentró en el callejón.

Sintió que de pronto, sus ojos se cerraban. ¿O era la oscuridad la que la dejaba a ciegas? Estiró un brazo, sabiendo que pronto alcanzaría algo. Sí, sus dedos pronto chocaron con una puerta, que chirrió con fuerza al abrirse bajo la presión de la mano. Sin ver nada, la muchacha entró al lugar. Escuchó de pronto, risas fuertes, gritos llenos de espanto y angustia, aplausos, maullidos de gatos y susurros de amor. De a poco, y todo a la vez. No se tapó los oídos, no tenía miedo, aunque quería que los ojos volvieran a abrírsele.

Escuchó que la puerta volvía a chirriar. Alguien había entrado tras ella. ¿Había otro ser tan valiente como ella en el planeta? ¿Se hallaría en las mismas condiciones? Sintió los pasos suaves, un suspiro leve, y un aroma que no supo definir, pero que le recordó breves momentos de felicidad. Alessandra dio unos pasos pequeños, tratando de palpar con las manos lo que se le cruzara. De pronto, corría un viento suave, que le refrescaba el rostro, y la guiaba hacia cierta dirección. Sus oídos captaron el sonido del agua corriendo por un arroyo, la brisa contra las hojas de los árboles, el canto de algunas aves. ¿Desde cuando se hallaba allí? Sonrió, había magia en el aire.

Su mano izquierda tocó algo. Algo vivo, que también se movía. Estiró su otra mano, y tocó suavemente otra vez. Ahogó un grito; era un ser humano. La otra persona se quedó inmóvil, respirando con algo de tensión. Alessandra tocó el cabello del otro, era suave y caía un poco largo. Siguió palpando y encontró un rostro firme, unos párpados que deseaban abrirse, una nariz que le pareció respingada, unos labios delgados que se abrían temblorosos. Ella retiró sus manos rápidamente. Ahora fue el turno de que otras manos la tocaran e hicieran el mismo recorrido. Se sintió nerviosa, expectante. Quiso preguntarle quién era, pero no pudo.

Una mano fuerte se aferró a una de ella. Tranquilamente, comenzaron a caminar por el lugar que a ratos parecía una habitación, y un bosque. La puerta se cerró tras ellos. Estaban de vuelta en la calle sin nombre, pero ya no era silenciosa, si no que repleta de ruidos diferentes, como si estuviera llena de gente. Personas imaginarias chocaban contra ella y la encerraban, pero la mano del otro seguía llevándola hacia el final de la calle. El sol pegaba fuerte, y de repente comenzaba a llover. Llovían flores. Flores que se convertían en agua, o agua que se transformaba en flores. Parpadeó, vio una silueta marcada por la lluvia. Y escuchó una voz varonil, susurrándole al oído: “Cuando lleguemos, podremos comprobar si la luz brilla en nuestro interior”.

Alessandra sintió que su corazón latía fuerte. La voz pertenecía a aquel que la acompañaba. ¿Quién era él? No se lo preguntó más. Estiró la mano libre, y unos labios besaron sus dedos, con dulzura. La silueta dejaba de ser borrosa. Juntos siguieron paseando entre las vivencias que sus sentidos lograban captar y guardar en sus corazones. Sin que lo supieran, sus almas ya brillaban, y la oscuridad de la calle sin nombre se apaciguaba. Pronto llegarían al otro lado. La luz se crea a partir de lazos de amor, y magia.

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¿Y como me iba a olvidar de la loca de Alessandra? :)

Algo similar a un Sueño.

Monendei, Wedmain 6, año 7469 C. de la Comarca.


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¿Eran niñas jugando a ser hadas, o hadas jugando a ser niñas? En la oscuridad de la reciente noche, entre árboles secos y faroles crepusculares, ellas corrían alegres, con el frío dando aliento a sus albas vestiduras y la tierra húmeda amoldándose a sus inquietos pies.
Todos los portales estaban abiertos, y por ellos entraban multitudes de seres curiosos, extraños, expectantes. ¿Quién juega con el césped, el barro y las estrellas? ¿Quién juega? ¿Ellas o nosotros? Sus etéreas manos nos buscan, nos guían, nos comprometen. Se ríen. Sí, nos reímos porque los encontramos rondándonos. Ahora son parte de nuestra pequeña historia, nuestro cuento de fantasía. Atraviesan de a uno el puente entre lo conocido y lo desconocido, y nos miramos entre nosotras con picardía. Con un suspiro, destruimos momentáneamente el puente, y dejamos que el río se desborde. Nos lanzamos al agua, y dejamos que el sol nos seque los cuerpos mojados y felices; nos convertimos en rayos de luz, activamos nuestras almas, somos conciencia de energía y vida, somos una constelación de estrellas pálidas, reflejos de otros movimientos, unión y acción, sentimientos.



Se convirtieron en un enjambre, ¿y quién podía distinguir los límites entre una y otra?
Rojo, verde, amarillo, rojo, morado, azul, rojo, negro, rojo, verde, rojo y ¡ZÁS! Susto de muerte. La distancia produce mareos, miedos, inseguridad. Hay que explorar el espacio en busca de una respuesta. Creí verme reflejada en el aire, pero no era más que otra niña–hada, deseosa de la verdad. Acordamos seguir buscando ese algo que nos faltaba y por un instante, creímos haberlo encontrado. Giramos, giramos, giramos vertiginosamente, y entonces, un aullido sacudió el aire. Sus cuerpos se detuvieron en seco, y una mano lastimera se elevó hacia el cielo, dejando en libertad el misterio de sus vidas. Sin aquello, sus cuerpos vacíos cayeron al suelo, y rodaron cuesta abajo, hasta convertirse en una pradera manchada de blanco, flores o nieve, invierno en un rincón de la tierra. Perdieron el gusto por la unión, y se separaron, como si fuesen olas abandonando la arena áspera.

Estacas clavadas en el suelo, la luna las ilumina y las va moviendo a destiempo con sus hilos nostálgicos. Se ofrecen sin cuestionamientos a la muerte, y en su danza ritual se despiden de la noche, de los árboles, del río y del motivo que las trajo hasta allí. Casi en el fin, toman su última bocanada de aire, y se lanzan al vacío. La luna las hace desaparecer bajo su velo de neblina, y el asombro apaga los susurros para siempre.

Nos llevaron y nos volvieron a traer, con frío y con pena. Ya no jugamos porque no hay ganas, porque nos dijeron que no, porque había que volver y no sabíamos para qué. Ni siquiera lloramos, ni siquiera lloré porque el corazón me pesaba tanto en la maleta desvencijada, porque las palabras desprendían tanta humedad, tantas cenizas de un fuego antiguo.
Una calle, dos calles, tres calles… una ciudad entera recorrida junto a alguien que ahora me mira en mis lamentos, desde el otro lado de una habitación, de un océano, de una verja. Desde el otro lado del sol, ese que muere en tus ojos, al otro lado de los míos, en ese metro cuadrado, en ese centímetro imposible de extender, de dejar y de describir.

No volvieron, pero retrocedieron en el tiempo, en sus recuerdos, y lloraron con amargura por sus labios ansiosos, por sus ojos otoñales, por sus cuerpos inmóviles, desesperados. Quisieron esperar, esperar un abrazo, una mirada cálida, un sí de esperanza. Pero, ¿para qué esperar? Le pedían auxilio a las paredes, y éstas no sabían transmitir sus ecos hacia el exterior. Estaban quietas, pero parecían arrastrarse con humillación.
El desastre nos carcomía por dentro, nos era imposible seguir. Y otra vez morimos, otra vez nos asesinaron, otra vez caímos, aunque de diferente manera. Esta vez, nos aferrábamos a la vida, con el ánimo de seguir sufriendo. Nadie nos dejó.

Noche, noche, noche, noche, noche, noche, noche.
Noche hasta que amanezca.
Sí, parece que amanece. Un rayo alegre corta el aire tenso, y descompone a los que se consideran meros espectadores de aquel absurdo sueño. ¿Quién sabe que es la realidad? ¿Quién tiene ganas de intervenir?
Confusión. Música. Asombro. Risas.
¡Zuuuuuuuuuuumm! Un quiebre, una lluvia y un arcoiris. Pasó volando, pasó gritando, pasó con fuerza e inocencia. Atravesó el firmamento con tal rapidez que pareció como si no lo hubiese hecho. Pero lo hizo,
más bien, lo hicimos. Reviví sin vergüenza, sin ilusiones ni deseos. De neutra pasé a mi polo más opuesto, y exploté, sintiéndome más viva que nunca. El caos se apoderó de mí en el clímax, y el tiempo corrió velozmente, alimentándome de flashes e instancias rápidas, diferentes, emocionantes. Creamos una dimensión desbordante de imaginación, y no fuimos capaces de destruirla.
¿Y qué pasó con las niñas jugando a ser, a ser…? ¿Dónde quedó eso, dónde quedó lo otro? Parece un juego eterno,
y lo es. Aunque también a veces no lo es. Es y no es. Ser y no ser. Los encontramos rondando y decidimos meterlos en nuestros corazones, para gastarles bromas y hablarles con sinceridad. Para jugar y tomarnos las cosas en serio. A veces es lo mismo…
Entraron por una esquina y salieron por la otra, desnudas, transparentes, siendo y no siendo. ¿Quién sabe? Ellas pueden elegir entre un millón de posibilidades. Es una cosa de vida, muerte y renacimiento.