Níniel .

Highdei, Postyule 5, año 7470 según el Cómputo de la Comarca.

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Podría decirse que su pasatiempo favorito era llorar, pero esto era decir mucho y a la vez, nada. Era de esos seres etéreos y de alma pálida, que se acurrucaban a la luz de la luna sin nada más que hacer que soñar y deshacerse en suspiros. En algunos casos dejaba que su vieja arpa se lamentara por ella en los desvelos, otras veces simplemente la apoyaba en el marco de la ventana, y se echaba a llorar por todas las desgracias de su vida (las reales y las supuestas). Y así se le iban las noches, en inquietudes estremecedoras, en lunas borrosas, en brisas que no refrescaban su rostro. Todo eso lo recordaba por sus lágrimas guardadas. Sí, porque coleccionaba lágrimas en frasquitos de cristal, y los etiquetaba a cada uno, poniendo la fecha y la causa amarga del llanto. Con ello volaba su Imaginación, y volaba tan alto, que ocurrió que una estrella le cortó un ala, y cayó ante los ojos dormidos de un completo desconocido (y en realidad, no tan desconocido). Esa velada, la muchacha sintió que un pedacito de su ser se desprendía de ella, para no volver nunca más. Se imaginó que de tanto sufrir, se quebraría tan fácilmente como un espejo, y aunque la idea le desagradó, sentía que no había nada más que esperar. Lloró como nunca por el inicio de lo que sería una pérdida fatal en su existencia, tapó el frasco nuevo y escribió la etiqueta correspondiente.



Me enamoré, y no sé de quién. Quizás del aire. ¿A qué más podría atribuirle esta desazón?




Continuará. . . ...

Confesión del día { hoy, mañana , ayer , anteayer . . . }

Highdei, Anteyule 23, año 7469 según el Cómputo de la Comarca.



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Yo no sabía que estaba pasando.
Sólo me dediqué a morir un poco cada día, para revivir con doble intensidad, doble adrenalina, doble felicidad.
Millones de flores, no sólo en un ojo, si no que en ambos por igual.









JAJAJA!

Synchronicity .

Highdei, Anteyule 16, año 7469 según Cómputo de la Comarca.

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“A sleep trance , a dream dance ,
a shared romance. . .

If we share this nightmare,
then we can dream
Spiritus mundi.







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Todo comenzó cuando el taxi se quedó varado en medio del taco imbécil, y tuvimos que bajarnos de el y contentarnos con caminar. Yo, entre el leve mareo, el calor y el dolor de garganta, prefería ni hablar. Igual estaba obligada a hacerlo si no quería pasar por enferma o aburrida. ¡JA! En vez de eso, pasé por mal genio. Soltaba palabrotas como un Droopie cualquiera, y tomaba agua para luego escupirla.

No sé que mejoró mi ánimo: el recordarme a mí misma que iba relajadamente a uno de los mejores conciertos del año, o que una manga de locos anormales, chascones y sonrientes lo hicieran por mí. Creo que fue esto último.
No éramos los únicos pergenios corriendo por Av. Grecia y cruzando con los semáforos en rojo y con los pacos en la punta de la nariz. No sé de donde salió tanta gente junta, y de la nada; pero así fue, nos rodearon y me sentí feliz.

- Oye, Aiol, ¿cachai que nos estamos todos embarcando en la media peregrinación? Vamos al Templo del Estadio Nacional a adorar al dios Sting y volás.

- ¡JAJAJA! Pero Enana. . .

- Sí po, la media onda - seguí con mi voz de Droopie drogado y disfónico -, y cuando lleguemos allá, vamos a orar, levantar los brazos al cielo y ofrendar canciones a las divinidades en el escenario. Y Sting nos susurrará De Do Do Do De Da Da Da , así como un mantra, y llegaremos a un estado de plenitud superhipermega choriflai.

- Las weas que se te ocurren, pásate un rollo. ¿Por qué no lo escribes en el blog?

- Sí, buena idea.

Todos andaban en otra, hasta la señora paca que tenía que revisarme el bolso en la entrada. Me habló con voz de caño y me dejó pasar, sin revisarme nada.

- Oye, ¿nosotros somos el pueblo cierto?

- ¿A qué te refieres?

- Vamos a galucha po, nosotros somos el pueblo.

- Prefiero no llamarlo así.

- ¿Cómo le dicen los metaleros al pueblo?

- ¡EL PUEBBBBLOOOOOOOOOOOOOOOUOOOUYOUOOUOOOOU! - gritó Cannabio de repente, haciendo como un thrasher cualquiera.

- ¡JAJAJAJAJA! Ah, somos gente no más.

Sí, pura gente. Gente que llenaba la galería de forma impresionante, gente con globitos, con pulseras, aros, anillos, collares, y demás merchandising luminoso. Gente piteá.
Los maniceros volaban por ahí, al igual que los que vendían pancitos. De las bebidas, ni hablar. Volaban tan alto que ni se veían.

Cannabio saltaba en una pata y le daba al tumpa-que-tumpa-que-tumpa-tum-pá, mientras sacaba medio pito de sus calcetines y Beck cantaba ondíferamente con sus lentes marcianos.

- ¡Cacha el cielo, Aiol! Se ve como si estuviese amaneciendo.

- ¡Sí!

- Sería genial un concierto a esas horas. . .

- Algún día haré uno así.

- Uhhh, choriflai.

Y métale conversando, tosiendo, tragando maní confitado hasta que nos volvimos monos y tuvimos que enviar al viejo volao a comprar bebidas. Por suerte nos encontró, éramos puras hormigas ocupando la galería. Las Coca-Colas se esfumaron, así como la luz diurna y el telonero bacán. Prendieron las luces, y yo protesté, indignada. Mi viejo empezó con lo de que yo era un murciélago y a mi me dio hambre. Le rogué por un pancito, pero no había nadie repartiendo comida, puros maniceros y "bebideros". Claro, y cuando nos engullimos por fin el sanguche de jamón con palta, nos dio sed y estos tarados desaparecieron entre la masa de adictos a la Coca-Cola. Filo, yo disfrutaba escuchando la música que ponían por los parlantes, y me preguntaba si sería esa música la preferida de Sting y sus chicos, o si la ponían al puro lotijuay. No, no creo; a ningún chileno se le ocurriría poner algún tema de Arcade Fire en el Estadio Nacional.

Eran las 10:30 de la noche, y ya cuando su fama de británicos puntuales se había ido al carajo (no hubo ninguna olita, fome el público éste), se apagaron las fuckin' luces y gritamos todos como endemoniados. Un volao de atrás gritó: ¡Qué vuelva Beck! , y mientras me reía y me daban ganas de ir al baño por el frío, The Police comenzó su recital. . . con Message in a Bottle. Yo ahí me fui a la cresta y chillé galloclaudiamente con todas mis fuerzas.
Después Cannabio gritaba por mí porque ni mi garganta ni él me lo permitían. ¡JA! Pero cuando prendieron las chorrocientas mil pantallas, las luces parafernálicas y tremendamente psicodélicas, ¿a que no grité fuerte?
Hasta ovnis vimos, unas tres navecitas pequeñas y radiantes que sobrevolaron el estadio Nacional, así como lo hizo el chancho socialista el 14 de marzo en que Roger Waters dejó la escoba, allí mismito.

La niña mal genio de hace un rato ahora estaba alucinada. Las canciones se sucedían mágicamente (y de forma desordenada ahora en mi mente). . . Walking on the Moon, Can't Stand Losing You, De Do Do Do De Da Da Da (el super mantra), Don't Stand So Close To Me, Reggata de Blanc y uff. . . El Sting cantaba y hacía muecas graciosas, yo sigo opinando que el público era poco medusón. Si no hubiese estado tan apretujada. . . El tío Stewart luciéndose con sus tambores raros, su gong, sus tininí-tananá-tumpatumpatucatucatá varios. Y el Andy con su guitarra, por supuesto (¿Otro Andy guitarrista?).

- Es hora de fumarse un pito - le escuché a mi papá, y yo seguí en lo mío. Fue lindo bailar con él cuando tocaron ese tema tan bello. . . Every Little Thing She Does is Magic. Fue lindo, sí.

No sé como recordar lo restante. Puras luces, rojos, azules, amarillos, millares de brazos extendiéndose hacia el cielo. Sí, muy ritual. Lo sabía, estábamos en la comisaría rockera de Los Pacos.

Después del jugoseo de Roxanne, me faltaban dos canciones. Y las tocaron. Juro que quería gritar a todo chancho, vaca, pollo, al más puro estilo oveja ... SO LONEEELYYYYYY! , mientras me acordaba de los locos cantando en un metro de Japón, con un walkie-talkie. Claro, y después, la típica pero no menos chora e importante, y en la que todos prendieron los encendedores y celulares, hasta yo. . . Me gusta mucho, pero no sé si sería tan posesiva como para dedicársela a alguien. No es difícil adivinar. Y uff, pensé que era la última, pero no. No se puede terminar con una canción así, y menos mal que no fue así. Fue alucinante. Alucinante todo, hasta como abandonaron el estadio los quinientosmil chascones a todo terreno. A mi me vino el bajón, la desesperación y bla bla, y comenzamos nuestra odisea para llegar a la casa (en mi caso personal, para llegar al baño).

- Hija, ¿quiere agua?

- No.

- Pero toma un sorbito, para que la garganta no se reseque más.

- Bueno ya.

Casi me tomo toda la botella. Hubiese preferido un mote con huesillo de esos que vendían afuera del estadio, pero Cannabio me apartó del carrito de un tirón. En cambio, me regaló un cintillo y una bandera. Otra más, yeah. Al ladito de la de Roger, ahí está. Y yo feliz, a pesar de todas mis malditas mañas. No sé, pienso que cuando mi garganta mejore, gritaré aquella canción completita por la ventana. O quizás me pasee con un walkie-talkie por el metro, como si hubiese salido de la Matrix. ¿Qué onda conmigo. . .? ¿Y qué onda el zepelín que flotaba arriba del estadio? ¿Será ese un mensaje divino? ¿Será que para la próxima, en vez de ver a Sting veré a Robert Plant dando jugo con el micrófono?