Highdei, Solmoth 15, año 7471 según el Cómputo de la Comarca.
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Su café con leche humeaba en el tazón, y había olvidado ponerle las cinco cucharadas de azúcar correspondientes. Había dejado sus audífonos sobre la mesita, y en ese preciso instante, su mirada se perdía más allá de la ventana, donde unas tiernas chispas de lluvia amenazaban con caer y el frío corroía los huesos de los transeúntes. Nada muy interesante que mirar, pero allí estaba la avenida con todos sus escaparates, y él se burlaba de todos aquellos que pasaban ante él; les mostraba su café hirviendo y dejaba pendiente la tarea de saborearlo a gusto y deleitarse con aquella brevedad cálida y ajena (?), sólo para sentirse un poco más importante. Un blues comenzó a sonar de la radio del pequeño local, y Jacko tamborileó con los dedos sobre la tapa del azucarero. Esperaba, y el vidrio, por mientras, se empañaba. Sí, y todo se congelaba. La música lo hacía sentirse lejano y melancólico, lo obligaba a pensar en Jill como si fuese el otoño de su vida. Su larga sombra esbelta era lo mejor de ella. Más bien, lo único que recordaba; pero allí estaba, iba y venía con la radio y el vapor proveniente de la taza. Frunció los labios y se puso los audífonos sobre sus oídos, deseando que lloviera aún más. Miró otra vez por la ventana, y para su sorpresa, no vio más que un par de dedos escribiendo al revés sobre el vidrio húmedo.
¿Piensas tomarte ese café algún día?
Los dedos esperaron pacientes la respuesta. Jacko miró el tazón, un poco intimidado. ¿Jill? No, esto iba demasiado lejos. No quería responderle. Pero .. resultaba tan atractiva la idea.
Sí, justo ahora.
La respuesta voló por la ventana empañada.
¿Quieres compartirlo?
No.
Ah, bueno, yo tampoco.
¿No?
Prefiero una taza para mí sola.
Su corazón dio un vuelco. Esa no era Jill. Ella habría querido tomar del mismo café con leche y cinco cucharadas de azúcar que él. Hasta habría querido compartir el mismo lado de la mesa, ignorando, además, a la gente invisible del otro asiento. Y no, ok, no era Jill. La chica de chaleco a rayas y boina enormemente roja que se sentó en la silla al frente suyo parecía muy diferente. Tiró un bolso pesado sobre la mesa, casi derribando la taza de Jacko y sonrió, mostrándole una mano mojada. Esa fue una sonrisa llena de probabilidades.
*
( mhh.. ¿ a alguien le suena esta historia ? Es el lado B de aquella otra que semi-escribí hace mucho tiempo.. no , no sé si alguien la leyó, en verdad. )
¿Piensas tomarte ese café algún día?
Los dedos esperaron pacientes la respuesta. Jacko miró el tazón, un poco intimidado. ¿Jill? No, esto iba demasiado lejos. No quería responderle. Pero .. resultaba tan atractiva la idea.
Sí, justo ahora.
La respuesta voló por la ventana empañada.
¿Quieres compartirlo?
No.
Ah, bueno, yo tampoco.
¿No?
Prefiero una taza para mí sola.
Su corazón dio un vuelco. Esa no era Jill. Ella habría querido tomar del mismo café con leche y cinco cucharadas de azúcar que él. Hasta habría querido compartir el mismo lado de la mesa, ignorando, además, a la gente invisible del otro asiento. Y no, ok, no era Jill. La chica de chaleco a rayas y boina enormemente roja que se sentó en la silla al frente suyo parecía muy diferente. Tiró un bolso pesado sobre la mesa, casi derribando la taza de Jacko y sonrió, mostrándole una mano mojada. Esa fue una sonrisa llena de probabilidades.
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( mhh.. ¿ a alguien le suena esta historia ? Es el lado B de aquella otra que semi-escribí hace mucho tiempo.. no , no sé si alguien la leyó, en verdad. )

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